El nombre de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, más conocido como el Pequeño Nicolás, resuena en los pasillos de los medios de comunicación y la judicatura de nuestro país con una mezcla de incredulidad y fascinación. Nacido en Madrid el 18 de abril de 1994, el ascenso a la notoriedad de Nicolás es una historia de engaños, suplantaciones y escándalos que culmina con múltiples detenciones y condenas. Es la Anna Delvey española, es Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes, el estafador de estafadores, el defraudador de la cultura pop. Ahora su increíble historia ha sido llevada a la televisión por Netflix con el título de (P)Ícaro: el Pequeño Nicolás (estreno el 15 de febrero).
Con este acertado juego de palabras en referencia al personaje de la mitología griega que voló demasiado cerca del sol, arranca un documental en el que el protagonista de mil y una rocambolescas anécdotas nos cuenta en primera persona su ascenso a los cielos y su inevitable caída a los infiernos. "Era el puto amo, y quería ser todavía más el puto amo", explica a cámara el protagonista en el avance que publicaba la plataforma de streaming. Mientras, reconoce que "la erótica del poder a mí me ayudó muchísimo, porque yo me puse muy gordito y ligaba. Y por mi cara no era", también habla de sobres de dinero, las cloacas del Estado, falsas conversaciones grabadas –mención especial al guest star comisario Villarejo– el Pequeño Nicolás también nos informa de que todo pudo acabar mucho peor para él: "Me dijeron que iba a aparecer suicidado".
"Voy a contar la historia de la persona que no era nadie y llegó a lo más alto" nos advierte el joven al que un día endosaran el nombre del personaje literario creado por René Goscinny y Jean-Jacques Sempé en 1959. Aunque está por ver si aparecer en Gran Hermano VIP y codearse con Froilán de Marichalar es llegar a lo más alto. Pero antes de ver esta docuserie que en tres capítulos aborda incógnitas y narra a través de distintas voces y material inédito los momentos más polémicos de su caso, vamos a conocer quién es de verdad el Pequeño Nicolás.
La historia de Francisco Nicolás Gómez Iglesias comienza en Madrid, donde desde muy joven mostró inclinación por lo dramático y lo grandilocuente. Viviendo con su abuela desde los 14 años, la vida ordinaria de Nicolás como estudiante de Derecho y relaciones públicas en discotecas era una mera fachada. Detrás de esa apariencia modesta, urdía una elaborada realidad alternativa, en la que ejercía una importante influencia política y empresarial.

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Sus métodos eran tan audaces como astutos. Presuntamente, estafó a docenas de personas, prometiéndoles lucrativas oportunidades de negocio a través de sus supuestos contactos de alto nivel en la Administración española y el Gobierno. El engaño fue meticuloso: alquiló coches de lujo e incluso contrató guardaespaldas personales para reforzar su identidad falsa. La audacia de las suplantaciones de Nicolás no tenía límites. Se infiltró en las más altas esferas del poder, haciéndose pasar por miembro del CNI (Centro Nacional de Inteligencia). Sus tropelías incluyeron la asistencia a eventos de alto nivel, como la coronación de Felipe VI. También contactó con grandes empresas presentándose con la falsa identidad de asesor gubernamental, para exigirles pagos de comisiones para permitir el desbloqueo de negocios e inversiones. Todo mientras cenaba en los mejores restaurantes de España o asistía al palco VIP del Real Madrid.
También se hizo muy habitual en los círculos políticos a los 15 años, organizando conferencias para FAES, un thinktank del PP presidido por José María Aznar. Jaime García-Legaz, el que fuera Secretario de Estado de Comercio y antiguo profesor suyo, declaró a El Mundo: "El chico sabía hacer relaciones públicas como nadie", explicando que el trabajo del joven consistía en conseguir que alumnos brillantes se unieran a FAES. Habría sido a través de él como supuestamente el Pequeño Nicolás consiguió importantes contactos con cargos públicos, como Aznar o Rajoy.
Pero fue el 14 de agosto de 2014 cuando se puso las alas de cera de Ícaro al aparecer en la ciudad gallega de Ribadeo, supuestamente al mando del protocolo de seguridad para recibir la visita del Rey Felipe VI con objeto de impresionar al presidente de ALSA. Llegó acompañado de cuatro coches, ocho escoltas y la Policía Local. Pero tal visita no existía. Poco después sería detenido por falsedad, estafa y usurpación de identidad.
El principio del fin
La fachada del imperio del Pequeño Nicolás comenzaba a desmoronarse entonces. Pese a quedar en libertad bajo fianza poco después, esta detención marcó el inicio de unos problemas judiciales que no han terminado todavía. La magistrada responsable del caso declaró que no se explicaba cómo "con su mera palabrería, aparentemente con su propia identidad", el acusado era capaz de acceder "a las conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio de su conducta a nadie". En el marco de proceso judicial, el informe del médico forense concluyó que el encausado tenía "una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco".

Mediaset
¿Megalomaniaco? ¡Qué va! "El rey Juan Carlos me ha llamado y enviado mensajes de texto. La última vez que hablamos fue el día de su abdicación. Le envié un mensaje y me contestó diciendo: 'Muchísimas gracias por tus palabras, un abrazo. JC'", declaraba Nicolás en su primera entrevista en televisión poco después de ser liberado. En el programa de Telecinco Un tiempo nuevo decía también: "Solo hice lo que era mejor para España. No sé si llamarlo ambición o cooperación, pero tengo 20 años y me movía el deseo de colaborar con el Estado".
Luego explicó que también había conocido a la infanta Cristina, antes de asegurar con orgullo que había "ayudado al CNI, a la Familia Real y al presidente". Sin asomo de sonrojo declaraba ante las cámaras que poseía "material sensible que podría afectar a todas las instituciones del Estado". Pero luego confesó que no podía presentarlo en ese momento porque la Policía le había confiscado el teléfono. Antes de añadir que no había ganado dinero a costa de nadie, dejaba caer en el canal de Mediaset que estaba considerando emprender acciones legales contra las autoridades, ya que había detenido sin que se le explicara el motivo.
Los problemas crecen
Las acciones legales, sin embargo, se fueron acumulando contra él a lo largo de los años. En febrero de 2015 fue detenido por no pagar su parte de la cuenta de un restaurante. Luego, en junio de 2021, recibió su primera condena de un año y nueve meses de prisión por falsificar el DNI para que un amigo hiciera las pruebas de acceso a la universidad en su nombre. En julio de ese mismo año era condenado a tres años por suplantación de funciones públicas y cohecho. Cuando llega diciembre de 2022, el Pequeño Nicolás había sido condenado por tercera vez por delitos similares, esta vez a tres años y cinco meses de prisión.
La fiesta delictiva continuó en marzo de 2023, cuando Nicolás fue condenado de nuevo a cuatro años y tres meses de prisión. En este caso por acceder a información confidencial de bases de datos policiales en beneficio propio. Los repetidos fallos del joven, que ahora tiene 29 años a la hora de desestimar los cargos que se le imputaba, no hicieron sino acentuar su caída. Desde 2021 no ha hecho más que afrontar reveses.

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El último titular que le relaciona con la justicia es de finales del año pasado, cuando el Tribunal Supremo confirmaba la condena a un año y nueve meses de cárcel que la Audiencia de Madrid le impuso por la falsificación del DNI para que un amigo hiciera la Selectividad por él. Esta es la primera decisión del alto tribunal sobre los recursos interpuestos por el joven. Falta por ver que pasa con sus recursos ante el Supremo por el famoso viaje a Ribadeo, un presunto engaño a un empresario simulando ser un asesor del Gobierno y una trama con policías y un alto cargo del Ayuntamiento de Madrid para obtener datos reservados y hacerse pasar por un alto cargo del Estado. En otros casos, las causas se han archivado o ha sido absuelto, como en el de injurias contra el CNI.
El que fuera definido por los medios de comunicación como el paradigma de la picaresca española, en estos momentos lucha por evitar la cárcel tras acumular de momento doce años y cinco meses de pena por cuatro condenas. Ahora nos cuenta su vida en este true crime made in Spain con mucho humor, que más que moralizar sobre sus delitos, nos enseña a las claras las vergüenzas de los entresijos del poder en nuestro país.
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