El demonio de Tasmania desapareció de la Australia continental hace 3000 años. La llegada del dingo —el mayor depredador del país—, la enfermedad y la acción humana llevaron a la especie a la extinción en suelo australiano. El animal, convertido en un icono cultural por los Looney Tunes, había vivido arrinconado desde entonces en la isla al sur del continente de la que toma prestado su nombre. Hasta hoy: tres milenios después, acaba de nacer un nuevo cachorro de demonio de Tasmania australiano. Y no ha venido solo, sino acompañado de otras seis crías de este animal. En total, siete cachorros sanos que podrían restaurar la presencia de demonios de Tasmania en el continente.

Arterra//Getty Images
El demonio de Tasmania es el marsupial carroñero más grande de todo el planeta. Puede llegar a medir lo mismo que un perro doméstico pequeño, pero que su tamaño no te confunda. Aunque la especie prefiere alimentarse de animales ya muertos que salir a cazar sus propias presas, algunos estudios aseguran que este demonio tiene la mordida más fuerte de la Tierra, pudiendo llegar a infligir una fuerza de 42 kg con sus mandíbulas. Para situarnos, en la escala relativa de fuerzas de mordida del reino animal, estos bichitos puntúan el doble que las hienas e incluso por encima del león.
Pese a estas fortalezas, el número de demonios de Tasmania presentes en la Australia continental se redujo drásticamente hace miles de años. Incluso en el territorio insular de Tasmania, donde habían sobrevivido principalmente hasta ahora estos mamíferos, su población ha sido puesta contra las cuerdas por una enfermedad contagiosa que les causa tumores en la cara, cifrando el número de ejemplares vivos en libertad en la actualidad en unos 25.000. El nacimiento de esta última camada ha renovado las esperanzas de que las poblaciones de demonio de Tasmania puedan recuperarse en la Australia continental en el medio o largo plazo. Aunque de momento se encuentran bajo supervisión, si crecen de forma adecuada, los cachorros serán finalmente liberados para que habiten el ecosistema australiano.
Antonio es experto en medios de comunicación y cultura popular. Lleva más de 5 años escribiendo sobre productos audiovisuales de todo tipo, aunque la mayoría de sus reportajes, entrevistas, recomendaciones, análisis y críticas se han centrado, sobre todo, en los mundos del cine y las series. Sin embargo, tampoco hace ascos a los cómics, la música o los videojuegos. Además, se deja caer bastante a menudo por la sección de Ciencia de Esquire para hablar sobre exoplanetas, protoestrellas, asteroides o misiones espaciales.
Desde muy joven, ha compaginado el trabajo periodístico, investigador y docente para observar y entender más de cerca todo aquello que tenga que ver con ese black mirror del que hablaba Charlie Brooker. Si una expresión cultural toma forma alrededor de una pantalla —desde las series y películas de Marvel, Netflix y otros epítomes de lo comercial hasta plataformas marginales, disidencias creativas o subculturas underground—, allí estará él para documentarla y, por qué no, ganar alguna que otra dioptría por el camino.
Nunca se le ocurrió que una adolescencia tan otaku como la suya pudiera monetizarse, pero en esas está ahora mismo: años y años de leer manga, escuchar J-rock, acudir a salones, practicar karate y consumir anime por vías poco ortodoxas han acabado convirtiéndolo en un especialista de la cultura japonesa, con la que mantiene una relación de amor-odio. Tanto si quieres descubrir la última maravilla de la animación nipona independiente como si necesitas saber qué episodios de Naruto puedes saltarte con alegría para esquivar el relleno, él es tu hombre.
Antonio Rivera es graduado en Periodismo y en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Investigación Aplicada a Medios de Comunicación por la misma institución. Comenzó su andadura en un periódico regional y, desde entonces, ha pasado por cabeceras especializadas y generalistas, moderado mesas redondas en festivales y participado en algún que otro libro. Actualmente, además de a diario en Esquire, se le puede encontrar en la sección de Televisión de El Confidencial, en Twitter o en algún congreso científico.
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